Hoy toca recapitular. O al menos intentarlo.
Me gustaría decir que igual lo de hoy no ha sido tan desastre como parece. Que no hay nada en este mundo que no tenga cierto nivel de arreglo y que con un poco de tiempo todo tendrá otra perspectiva e incluso, podré reírme de toda esta situación.
Qué bonito sería poder volver a tiempos más sencillos.
Qué bonito sería dejar de tener la sensación de nostalgia acechando en cada esquina porque extrañas tiempos que pasaron y versiones de ti que ya no existen y probablemente no volverán a existir nunca.
Qué cansancio intentar ser siempre perfecta, estar siempre alegre, ser siempre luz. Qué agotador no encontrar paz en tu propio hogar. Qué miedo empezar de cero en otra ciudad. Qué miedo enfrentarse a esa soledad y a la paz que el vacío trae consigo. Qué tormento lo desconocido.
Durante los últimos meses he sentido la imperiosa necesidad de borrar absolutamente todo lo que tenga que ver con las redes sociales, desaparecer e irme al pie de una montaña y existir con mi soledad y plantar hierbas aromáticas y tener patos y gallinas y olvidarme de lo que significa la palabra ciudad.
Quiero vivir en una novela, existir en una canción vieja y residir en el sonido de un organillo a las doce de la noche en un bar escondido en la callejuela más oscura del centro. Quiero que mi existencia sea intensa, que sea lenta y noble, que sea luminosa y digna de las más elaboradas narraciones. Quiero que merezca la pena cada respiración, cada suspiro. Cada despedida y cada nunca más.
Hay años que son de transición. Hay años que son de cambio. Años que pasan sin pena ni gloria y años que son inolvidables, para bien o para mal. No sé realmente cómo enfocar el año que se acaba, no sé cómo darle un giro y hacer que el balance salga, si no positivo al menos neutro. Hoy me cuesta sonreírle a las malas decisiones, los errores y la pereza. Hoy la verdad es que está siendo durísimo no esconderse.
Dicen que solo hay 3 razones para escribir, para que te quieran, para pedir perdón y para poder olvidar. Yo diría que también se escribe para encontrar consuelo. Las palabras tienen ese poder mágico de aliviar el peso del corazón cuando las pesadillas pesan demasiado y el simple hecho de respirar se antoja imposible.
Y bueno, no sé. Realmente lo único que espero para el año que viene es ser feliz. En la medida de lo posible. Encontrar el equilibro entre mi rutina y lo que me hace feliz. Que mis planes salgan bien. Que la vida me sonría la mayor parte del tiempo, aunque haya días de mierda como el de hoy en los que lo único que quiero hacer es esconderme. Lo único que espero para el año que viene es volver a ser capaz de gestionar 4 proyectos a la vez sin perder la elegancia ni la seguridad de quien sabe exactamente lo que hace.
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