23/10/2021
El otoño siempre me trae unos recuerdos que a veces dudo mucho que sean míos. Es como si los rayos de sol fueran los mismos de hace 10 años atrás y yo contemplara todo como si fuera una cinemática.
Cuando el mundo parecía un lugar mucho más luminoso, mucho más romántico y mucho más efímero. Es como hundir las manos en una nostalgia suave, cálida y agradable de forma que cada cosa que ocurre tiene un sabor agridulce. Se me riza el pelo con la brisa y siento como si fuera el tacto más cálido que he experimentado en años. Me siento parte de algo grande como si fuera la última vez que la calidez del sol me sostiene antes de que llegue el frío y la soledad del invierno.
Y paro un momento a contemplar el caer de las hojas, la fuerza del viento, el vaivén de la gente y me pregunto si en realidad todo aquello es un sueño.
A veces pongo en duda mi existencia porque tengo la sensación de que la vida no puede llegar a ser tan agradable, que de un momento a otro llegará un tifón y destrozará todos los cimientos pero también pienso que me da un poco igual. No puedo anticipar cada cosa mala que ocurre pero sí puedo elegir cómo me preparo para afrontarla. Y si viene un tifón sé que por mi parte, tendré preparada una mochila con todo lo esencial.
Otras veces se me echa el mundo encima porque hay días en los que no puedo evitar preguntarme, si no hay nadie que te dé los buenos días, no hay nadie que te espere por las noches... cuando puedes hacer lo que te dé la gana... ¿Cómo llamas a eso? Porque llamarlo libertad se me antoja un poco pretencioso. El mundo a veces puede ser un lugar bastísimo y puede dar mucho miedo. Conocer lugares nuevos y gente nueva da mucho miedo, pero si consigues apartarlo un momento, sonreír e ir poco a poco, el mundo y la vida pueden ser increíbles y maravillosos.
Estoy en ese momento en el que me siento muy agradecida con todo lo que me rodea. Mañana igual me entra la bajona y me doy cuenta de que sigo en el mismo sitio que hace exactamente 12 meses. Y me agobio y me saturo y no sé ni cómo desliar las mantas de la cama para poder salir de ella.
De momento me conformo con mantener todo encapsulado en pequeñas notitas recordándome que a veces, puedo ser feliz y puedo vivir al día sin preocuparme de si el mundo se va a la mierda o no. Ya se encargará mi memoria de convertir todo esto en una película sin orden y sin cronología de la que me quedará al final de la sesión, la sensación de haber sido plena durante un breve periodo de tiempo y las lecciones caóticamente ordenadas con todo lo que aprendí de mi misma durante esos días de sol.
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