10/01/2021


Empecé a escribir esto un 22 de diciembre. Por algo que no recuerdo ahora mismo qué fue. No sé si todavía hoy está presente el motivo pero ahora hay cierta urgencia emocional de eso que llaman nostalgia.

Llevo tiempo dándole vueltas.

A esta sensación de vacío apuñalándome la espalda. A esta tristeza que no deja de golpear, a esta melancolía enfriándome los huesos. Y no sé por qué.

En cierto sentido he llegado a sentirme un poco en paz con la sensación de que al final, la vida es eso que pasa entre cada sorbo de soledad. Entre cada cama abandonada y habitación vacía. Entre cada despedida y cada nunca más. Es esa motita de luz al final de un túnel a veces demasiado largo que es lo que conocemos como rutina. Y qué difícil es escapar.

He llegado a sentirme en paz con la sensación de tener que caminar un largo sendero sola. Conmigo y las pocas veces que me permito pensar de verdad. Porque muchas veces pensar me distrae del presente. Y del futuro que planeo construir. Y a veces he llegado a sentirme en paz con la idea de caminar todo el trayecto sola. Con  la sensación de que tener compañía puede ser algo contraproducente en el flujo de productividad que quiero proyectar sobre mí misma. Que no habría mucha gente capaz de seguir el ritmo y al final, aunque lo intente, estaría sola igualmente.

Quizás es que en el fondo me da miedo volver a abrir la caja de pandora de los sentimientos y encontrarme vagando sin rumbo durante eones emocionales sin tener la certeza de llegar a puerto seguro algún día.
Y no sé, tal vez es este nunca más lo que pesa cada día como una losa de mármol cuando intento levantarme. Tal vez es este nunca más lo que me hace sentir el vacío interminable de la ausencia. Y tal vez es saber que aunque haya llegado a sentirme en paz con la ausencia de muchas cosas, con la realidad de otras tantas y con el devenir de lo que es la vida en general, no implique que esté conforme.
Sentir paz no implica ausencia de guerra. Sentir paz sólo quiere decir que aceptas lo que la realidad es. Lo que el día a día trae. Que lo aceptas y lo afrontas con toda la estoicidad de la que eres capaz. Pero en el fondo sabes que no es justo, que no es lo que quieres y no puedes dejar que cierto inconformismo se cuele entre las sábanas. Y el día sea más gris de lo que es.

Y todo aquello que antes te incomodaba ahora te molesta. Y todos los rituales que puedas llegar a hacer para sentirte mejor, no funcionan.

Estar en paz muchas veces es tan injusto. Y tan insatisfactorio. Y tan complicado que pensar en todo esto me da dolor de cabeza.

Pero la vida sigue y la rutina es la que es y el trabajo implora desde la otra habitación que vaya y me ponga al día y no sé, lo dejo ya. Hoy tengo ganas de bailar.

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